Besitoterapia para un héroe

 

Rubén Darío Buitrón

 

Es un hospital público cuyo ambiente me sorprende. El Hospital de lESS en el Sur de Quito. Impecable. Limpio. Tan sórdidos son los centros médicos estatales de este país que este es de primer mundo. Quizás aquí pase mis últimos días, me digo como si pudiera adivinar lo que pudiera venirse, como si fuera un pensamiento pertinente.

Voy por la Torre I al área de cuidados intensivos, en el quinto piso.

En el exterior de la puerta de la habitación 501 se lee un rótulo con las características del paciente: Pedro Restrepo Bermúdez, 80 años de edad, internado desde febrero de 2023.

Un temblor interno me sacude. Voy a visitar a uno de los hombres más extraordinarios que he conocido desde que inicié mi carrera periodística. A visitar. No a entrevistar.

Me abrazo con María Fernanda, la hija, la única hija que le quedó a Pedro después de la desaparición forzada de Andrés y Santiago, el 8 de enero de 1988.

María Fernanda tenía diez años cuando sucedió la tragedia. Fue entonces cuando un grupo de policías asesinos le arrancaron a Pedro, para siempre, una parte esencial de su corazón. Será por ese que el hombre que estoy viendo ahora ya no es el hombre digno, fuerte, altivo, guapo, firme. Aunque sí, sí es el mismo. El mismo, pero otro.

Porque 36 años de sufrimiento son 36 años de sufrimiento. No debería estar así Pedro. Así tan enfermo. Así, tan delicado. Así, tan frágil. Así, tan sufriente. Así, tan bebé.

Ese bebé grande, sentado en una silla donde pasa la mayoría de sus días. Una silla que le produce inmensos dolores en la columna.

María Fernanda le dice “Papito, está aquí nuestro amigo Rubén Darío”. Me pide que me retire la mascarilla para que se acuerde de mi rostro. Lo hago. No puede hablar porque sus pulmones cada vez son más delicados. Pero se da modos. Hay que leerle los labios. Hola, mijo, parece decirme.

Tiene la quijada levantada como queriendo respirar todo el aire posible. No quiere ahogarse. Es parte de su valentía y de su lucha. Este día es uno de los peores, dice María Fernanda. Tiene días buenos y días malos.

Depende de un ventilador mecánico. Es el hilo que lo mantiene con vida. La  atención médica privada en el Ecuador es tan cara que es imposible cumplir el sueño de María Fernanda: llevar a casa a su padre para atenderlo ahí, para que vuelva a su entorno más entrañable en la casa de Miravalle.

Pero el Estado no ayuda, no aporta, no existe una manera de que los pacientes tengan en casa el derecho de contar con ese servicio de dignidad.

Y aquí está Pedro. Doliente. Doloroso. Hubiera querido entrevistarlo, pero no. Forzarlo, no. Lo dejo así, en su mundo personal, mientras las terapistas lo atienden, María Fernanda juega el rol de un maravilloso ángel que cuida al enfermo, al enfermo que está absolutamente lúcido, que mira en una tablet sus series favoritas: House Of Cards, Pedro El Escamoso, Pasión de Gavilanes…

Mis planes de hablar con él no son posibles. No deben serlo. Hablo con María Fernanda mientras atiende a su padre, mientras lo cambia de pañal junto con Erika Paredes, la enfermera de 27 años que lo cuida, mientras hablo con Dani Yépez, la fisioterapeuta de 31 años, mientras les pregunto a las dos si recuerdan el caso Restrepo, y Érika y Dani se conmueven.

Aún no nacían cuando ocurrió, pero luego fueron creciendo y recuerdan, recuerdan todo lo que se hablaba de los hermanos Restrepo, de la lucha de Pedro y Luz Helena, de la muerte de Luz Helena, una tragedia que sucedió seis años después y que vino a redoblar el dolor y las ausencias para Pedro, para Fer, para Martha, la hermana de Luz Helena.

La ternura de la imagen de Pedro. El corazón quebrado, el mío, de verlo así. Trato de observar el entorno. Las paredes y las ventanas y el calor de la tarde este jueves 15 de febrero de 2024. Las fotos, los carteles hechos a mano, las decenas de retratos de Pedro Amaru, el hijo de Fer y el nieto, el único, de Pedro. Los dibujos de Pedro Amaru. Los sueños del nieto contados por la madre: “Mi hijo, de ocho años, aún no entiende bien lo que pasa. Pero su sueño es que un día pueda construir para su abuelo un hospital en forma de avión y con helados de sabores, muchos helados de sabores”.

La niña María Fernanda que conocí cuando tenía diez años y empezaba a ser parte del dolor familiar ahora tiene 46 años. Cómo pasa el tiempo, carajo. Cómo pasa. Como ahora a la luchadora que hizo el conmovedor documental “Con mi corazón en Yambo” la conocen en el hospital como “la doctorita Restrepo”. Tanto ha aprendido después de pasar por tres pésimos hospitales y ahora por este, que es un cielo.

¿Cuánto tiempo más vivirá Pedrito? La Fer es contundente: “La única lucha que se pierde es la nunca se abandona”.

Y ahí queda Fer, queda Pedro. Fer aplicando a su padre la mejor receta de amor: la besitoterapia. Le besa las manos. Se ilumina el sufrido rostro de Pedro. Se ilumina la habitación. Se ilumina la vida. La vida para siempre de un héroe maravilloso.

 

 

 

Rubén Darío Buitrón

 

 

Rubén Darío Buitrón (Quito, 1966) es Director General de Notimercio, el nuevo periódico de Quito. Dirige también la nueva Escuela de Cronistas del Ecuador. Es poeta, docente y cronista. Máster en Periodismo por la Universidad de Alcalá, en España. Tiene tres premios nacionales de Periodismo. Autor de 13 libros en diversos géneros. Su libro más reciente es «Dicen que mis demonios son inofensivos» (2023). Es director del portal periodístico y literario loscronistas.org

 

 

 

 

Portada: https://zine.ec/person/pedro-restrepo/

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