Por: Luis Hernández
Recopilación: Dorys Rueda
Abril, 2020

Cerca al astillero está una isla alargada, Etajima, donde funcionaba la Escuela Naval de la Armada. Hacia el otro extremo de la isla, hay pueblitos dispersos. La familia de mi esposa vive en uno de ellos. Ahí funcionan una escuela, un colegio, una clínica, dos supermercados y una oficina de correos. Para cosas más importantes, hay que ir a la ciudad de Hiroshima.
En el verano de 1994, fuimos a visitarlos desde Tokio y yo había escrito unas postales que quería enviar al Ecuador. Aunque mi suegro se ofreció llevarme en auto hasta la oficina de correos, decidí ir en bicicleta porque quería conocer el sitio. El verano es muy ardiente en Japón y me puse una gorra y usé gafas oscuras para el sol.
No estaba lejos, de modo que llegué pronto. Entré a los Correos donde había dos empleadas y el jefe de la oficina. Había música ambiental. No había otros clientes y me dirijo a la ventanilla. Curiosamente, la música se detiene. Los tres empleados me miran boquiabiertos. Extrañados.
Me acerco lentamente y digo:
-Deseo enviar estas postales al Ecuador.
-¿Habla japonés? Qué alivio!
Ya calmados, me cuentan que no hay extranjeros en la isla y que se asustaron porque no tenían confianza para responder en caso se les pregunte en inglés.
-¿Al Ecuador? Primera vez que enviamos algo hacia ese país.
Hablamos un poquito más. Pagué por las estampillas y salí.
Fuera venía un patrullero lentamente y me causó grata impresión que los policías me saludaran sonrientes. Los policías son amables, pero esta vez estaban demasiado cordiales… comencé a dudar.
Cuando regreso a casa y les cuento el suceso, me explican alarmados que la policía está en máxima alerta buscando a un sospechoso de robos seriales que usa gorra y gafas oscuras… exactamente como las mías!
-¿Habla japonés? Qué alivio!
Ya calmados, me cuentan que no hay extranjeros en la isla y que se asustaron porque no tenían confianza para responder en caso se les pregunte en inglés.
-¿Al Ecuador? Primera vez que enviamos algo hacia ese país.
Hablamos un poquito más. Pagué por las estampillas y salí.
Fuera venía un patrullero lentamente y me causó grata impresión que los policías me saludaran sonrientes. Los policías son amables, pero esta vez estaban demasiado cordiales… comencé a dudar.
Cuando regreso a casa y les cuento el suceso, me explican alarmados que la policía está en máxima alerta buscando a un sospechoso de robos seriales que usa gorra y gafas oscuras… exactamente como las mías!
Yo había sido un potencial sospechoso y sin darme cuenta había puesto en vilo a toda la policía en la isla. Elé.
Luis Hernández
Hiroshima, 1994